Después de unos días un tanto ajetreados, llegaron las
vacaciones de Semana Santa y por fin tenemos un poco de tiempo libre para disfrutar de
algunas de nuestras aficiones, entre ellas la NBA. La pasada madrugada sin ir
más lejos, estuvimos disfrutando del Bucks-Lakers. Un partido, a priori
interesante (aunque después no fuera demasiado espectacular), en el que se
enfrentaban dos equipos Playoffs, y que por temas de “negocios” (estamos
metidos en el mundillo de las apuestas, como hobby, y apostamos por la victoria
de Milwaukee) nos hizo mostrar un interés aún mayor. El caso es que, como cualquier espectador que está viendo un partido con los amigos, intercambiamos comentarios a medida que el partido iba avanzando y sacamos algunas conclusiones que me gustaría plasmar en este artículo.
Poco voy a decir de Milwaukee, un equipo que por su
irregularidad y su poca fortaleza interior (sobretodo en ataque, excepto por Ilyasova
y algunas actuaciones de Sanders) no se le puede reprochar nada. Básicamente un
equipo que depende en gran medida de la pareja Jennings-Ellis, y que si
mantiene el bloque y se refuerza bien tiene bastante margen de mejora. Más preocupaciones deberían tener los Lakers. Porque en el partido de ayer volvieron a mostrarse vulnerables, y no es algo nuevo. El equipo no
da síntomas de ser eso, un equipo. Quién se podría imaginar el verano pasado, después de los movimientos que hicieron, que a estas alturas no estarían como mínimo en la cuarta plaza del Oeste. El partido de ayer fue una nota más de la
sinfonía en la que viven esta temporada, y parece mentira que un equipo con
jugadores como Bryant, Nash, Howard o Pau Gasol no sea capaz de sacar un mejor
rendimiento, y esté a día de hoy luchando por no quedarse fuera de Playoffs. El equipo es el
conjunto de un sinfín de problemas.
Empezando por el entrenador, D’Antoni, que no da la sensación de mandar en el vestuario. De
hecho, ya tuvo un problema similar en los New York Knicks, donde ni supo lidiar
con pesos pesados como Stoudemire o Melo ni sacó provecho a la plantilla que tenía y acabó siendo destituido. Tampoco
consigue plasmar ninguna idea en el juego de los Lakers. Ni “run & gun”, ni
defensa, ni nada. Hay momentos que incluso muestran un
pasotismo y una indiferencia al defender impropias de jugadores NBA. Es inexplicable
que Howard-Gasol, para mí la mejor pareja interior de la NBA (en buena forma, eso sí), no dominara ayer el juego cerca del aro ante un equipo con un juego
interior limitado, dejando abierto de tal manera el rebote ofensivo que parecía que Sanders jugaba sólo en la pintura. En resumen, las mismas cosas que pasaba con Mike Brown. Y aunque el entrenador
tiene parte de la responsabilidad, no creo que sea la única causa de esta
debacle. Sin ir más lejos, Phil Jackson no quiere dirigir a los
Lakers, en parte por no verlos capacitados para luchar por el anillo ni para
jugar físicos. Y si el Maestro Zen no se moja, es que algo no va bien.
La plantilla da síntomas de ser un conjunto de piezas mal
montadas. Howard suma partido tras partido, pero no da la sensación de
superioridad que se espera de él e incluso le falta intensidad. Y por si fuera
poco, a pesar de saber que el “Hack a Howard” es constante, no parece poner
interés en mejorar su porcentaje de tiros libres. Pau Gasol no está bien
físicamente, y juega demasiado alejado del aro. Nash rinde lo que puede a sus
39 años. O lo que le dejan, porque que el balón tenga que pasar jugada sí
jugada también por las manos de Kobe, limita bastante su capacidad creadora. La
aportación desde el banquillo es prácticamente nula. Además hay partidos en que
los minutos se reparten solo entre 8 jugadores (en los dos últimos
partidos, por ejemplo). A esto hay que sumarle la media de edad de los Lakers (29 años, 33
años la de su quinteto titular), que unido a la comentada escasa rotación,
aumentan excesivamente el cansancio. Tal vez lo único bueno sea el gran momentoque vive Kobe Bryant (27,7 puntos, 5,8 asistencias y 5,5 rebotes por partido, y
uno de sus mejores porcentajes en tiros de campo de toda su carrera (46,7%)). Y
digo tal vez porque, aunque es uno de los mejores jugadores de la historia de
la NBA y lo demuestra en cada partido, hay momentos en los que el balón pasa
demasiadas veces por sus manos. Demostrado queda que, en Los Ángeles han visto el mejor momento de juego de su equipo cuando Kobe se ha dedicado a repartir asistencias a
diestro y siniestro. Con esto no quiero decir que Kobe deje de hacer de Kobe (lo hace demasiado bien) y
se dedique a repartir asistencias, sino que como he dicho anteriormente, él y
el resto del equipo deben aprovechar más el tener en plantilla a uno de los
mejores Playmakers de la historia, Steve Nash.
Todo este cúmulo de factores crea gran incertidumbre
en el futuro de la segunda franquicia más laureada de la NBA. Porque
independientemente de que en un futuro cercano logren meterse en Playoffs o no
(y aun metiéndose, pocos esperan que puedan plantar cara ni a San Antonio ni a
Oklahoma City Thunder), la construcción del equipo se ha metido en una
situación delicada. Porque por edad, la reconstrucción del equipo pasa en un
principio por Howard (que no ha rendido como se esperaba), ya que Nash y Pau no son jugadores franquicia, y como a Kobe, no les queda mucha cuerda en las piernas. Y para añadir más leña al fuego, esta reconstrucción
entorno a Howard no está ni mucho menos asegurada, porque salvo renovación de
última hora (renovación que también puede estar influida por la no-relación
entre Bryant y Howard), se convertirá en agente libre este verano.
Sea lo que sea, en Los Ángeles tienen mucho trabajo a la vista, tanto a medio como a largo plazo. Al final, tomen el camino que tomen, la moneda la echaron al aire el pasado verano y están condicionados a eso. El resultado del cara o cruz ya lo tienen en la mano. Ellos decidirán. A nosotros simplemente nos queda esperar el final del culebrón.